martes, 23 de abril de 2013

Capitulo 3


Vi como su sombra se perdía escalera arriba hacia el despacho de mi padre, no entendía como pudo conocer mi nombre, que yo recordase en ningún momento se lo había dicho y tampoco él había preguntado, quizás lo adivinó gracias a la intrusión que había hecho en mi interior o eso quería pensar pues el otro pensamiento que me rondaba no me hacía la menor gracia.
Sacudí mi cabeza y suspiré, lo mejor era no pensar en eso, sólo había sido un encuentro fortuito con un completo desconocido, que por otra parte era el protagonista de mis sueños desde hacía meses, pero seguramente no volvería a cruzármelo más en la vida y seguro que él no estaría dándole tantas vueltas al tema como yo.
Mientras seguía sumida en mis pensamientos, el reloj del vestíbulo comenzó a dar la hora, lo que hizo que saliera de mis pensamientos y volviera a la realidad, eran las 9 ya y de seguro que Geibel habría ido a buscarme y estaría hecho un basilisco al encontrar mi habitación vacía; maldije en voz alta por mi retraso y mi despiste y comencé a correr hacia mi habitación, esperaba que aún no fuese llegado porque si no me caería un buen sermón, como cada vez que me descubría en mis salidas furtivas; llegué a la puerta y sonreí para mis adentros, “genial parece que hoy se le han pegado las sabanas”, abrí la puerta, entré a mi habitación y la cerré, pero de repente escuché una voz enfadada a mis espaldas:
-Bianca, ¿se puede saber dónde estabas?
“Mierda, me pilló”
Me giré y le lancé una sonrisa al propietario de esa dulce voz con cariño
-Tranquilo Geibel, solo salí a pasear bosque
El me miró con cara de pocos amigos
- Sabes que no me gusta que vayas sola por el bosque y menos sin avisarme
Puse los ojos en blanco y me giré a recoger mis cosas mientras se disponía a narrar el mismo sermón de siempre me daba cuando hacía mis paseos matutinos.
A pesar de solo ser un año más grande que yo, Geibel se había convertido en mi guardaespaldas personal por orden de mi padre. Desde pequeños siempre habíamos estado juntos, éramos inseparables desde la guardería y con el paso de los años nos habíamos convertido en los mejores amigos, aunque ambos considerábamos nuestra relación más que una simple amistad, para mí él era un hermano.  Siempre había deseado poder tener un hermano en quién poder apoyarme y confiar y en él había encontrado eso; siempre podía confiar en él, contarle mis temores y mayores secretos y acudir a él cuando necesitaba animarme o simplemente necesitaba consuelo y él hacía exactamente lo mismo conmigo por eso mi padre consideró que  era la persona idónea para protegerme de los posibles peligros y también porque sabía  que no aceptaría a mi lado a nadie más que a Geibel ya  que no me gustaba lo más mínimo el que me vigilaran extraños .
-Bianca, ¿estás escuchando lo que te estoy diciendo o le estoy hablando al aire?
Me volví hacia él y pude ver ante mí a un muchacho de 21 años de 1,80, delgado y de tez pálida. Eso era una de las cosas por la que sentía tan unida a él, porque dentro de nuestro clan sólo él y yo poseíamos esa piel y eso nos hacía sentirnos diferentes al resto y por tanto algo excluidos, posé mis ojos en los suyos de color azul agua y le dediqué una gran sonrisa de nuevo.
-Te estoy escuchando, pero ya me sé tu discurso de memoria tete, tranquilo no me ha pasado nada, sabes que siempre ando con cuidado, así que no sé porqué te preocupas tanto.
-Me preocupo porque soy tu guardaespaldas, mi deber es protegerte Bianca por eso debes decirme al menos que vas a salir, si te llega a pasar algo y yo no estoy contigo tu padre me mata.
-No seas como papá por favor, tengo 20 años y creo que ya soy lo suficiente mayorcita para cuidarme sola.
Geibel alzó la ceja,  puso cara de pocos amigos y me replicó
-¿Con que eres mayorcita para cuidarte tu sola no? Pues vamos a ver cómo te cuidas cuando Víctor sepa de tu escapada matutina.
-¿No serás capaz de contárselo a mi padre verdad?- Le dije
El puso una sonrisa y me respondió
 – No me tientes Bianca, sabes que soy capaz, es mi deber.
Me puse tensa con su respuesta, si le contaba a papá mi escapada no le haría nada de gracia; odiaba que saliera sola a los sitios desde que mamá murió y aunque sabía que lo hacía por mi seguridad odiaba eso y sabía que me caería una buena bronca por mis escapadas.
Ese miedo se debió reflejar en mi rostro pues el semblante de Geibel cambió y puso cara de preocupación.
-Tranquila, sabes que no le diré nada, como siempre, pero debes avisarme al menos de que vas a salir, me diste un susto de muerte cuando vine por ti para desayunar y encontré tu habitación vacía.
Volví a sonreírle y me acerqué hacia él, me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla.
-No te preocupes, la próxima vez te avisaré no volveré a preocuparte, te lo prometo.
El suspiró y me devolvió el beso y de repente me abrazó mientras me decía entre risas.
-No sé como lo haces enana, pero siempre consigues salirte con la tuya y convencerme
- Bueno supongo que eso será porque soy tu hermana menor y consentida- le respondí entre risas
- Supongo que será por eso- dijo mientras me soltaba y cogía la mano- anda vamos, que llegamos tarde al desayuno.
Mientras tanto en el despacho de Víctor…
“Toc, toc”
-Pasen- espetó Víctor con autoridad desde su escritorio
Era un hombre alto, de unos 40 años, pero su aspecto estaba envejecido y aparentaba más edad, tenía el pelo color ébano como su hija pero unas vetas plateadas se lo aclaraban, era de constitución alta y delgada pero complexión fuerte y ágil; sus ojos poseían un intenso tono caoba. A pesar de tener ese aspecto envejecido su mirada era intimidante, transmitía una fuerza y una autoridad que hacía que todo el que se encontrase en su presencia tuviese respeto hacia él.
Se abrió la puerta y entró uno de los guardias del castillo con mirada gacha; Víctor siempre causaba ese respeto en todo el clan, sobretodo en la guardia, ya que todos conocían las historias que circulaban sobre él y las batallas que había librado contra los Hijos del Sol y sentían una profunda admiración hacia su persona.
-Señor- dijo el guardia con tono firme- ha llegado al castillo un joven que pide urgentemente hablar con usted, dice que es un asunto de vital importancia.
Víctor levantó la mirada del escritorio y la posó en el guardia
-¿Un joven?, interesante hazle pasar de inmediato, veamos que tiene que decirme con tanta urgencia que no puede esperar hasta más tarde.
-Cómo ordene señor- Respondió el guardia, se giró y cerró la puerta tras de sí mientras iba a por el muchacho.
Mientras el guardia regresaba con el misterioso e inesperado visitante, Víctor se levantó del escritorio y se dirigió hacia la ventana mientras iba sumido en sus pensamientos, anoche había tenido conocimiento que el subclan de Australia había sido atacado, al principio pensaron que había sido un ataque perpetrado por los Hijos del Sol pero había algo que no cuadraba, estos solían atacar al atardecer casi siempre, era el momento del día en el cuál su poder mágico era más fuerte y siempre lo hacían con su fuego e intentaban hacer el menor daño posible, sólo capturaban a los hijos de la Luna y evitaban matar salvo que fuese estrictamente necesario, pero este ataque había sido diferente, había sido una masacre auténtica, no había habido supervivientes y cuando los refuerzos habían llegado se habían encontrado con una escena de lo más macabra, la fortaleza estaba totalmente cubierta sangre y los cuerpos de los guardias estaban mutilados y despedazados, como si fuesen sido atacados por fieras salvajes, eso sólo podía significar una cosa, pero era imposible, ellos habían desaparecido hacían décadas, era imposible que siguiesen vivos..
Un golpe en la puerta lo sacó de sus oscuros pensamientos.
- Adelante
Se abrió la puerta y un muchacho de unos 20 años, pelo plateado y ojos color esmeralda entro por ella, cerrándola tras de si.
-Hola Víctor, ¿te acuerdas de mí?, creo que no, la última vez que me viste apenas tenía 3 años y tú acusaste a mi padre frente al gran consejo de haber matado a tu mujer, motivo por el cuál lo condenaron  al encierro en vida.
Víctor se quedó helado, ese muchacho era la viva imagen de Carlo, el jefe supremo de los Hijos del Sol, el culpable de la muerte de la muerte de Aleris y de muchos hijos del Sol y de la Luna en la Batalla de Luz que ocurrió hacia casi 17 años.
-Eres la viva imagen de Carlo – respondió
- Si, por desgracia todo el mundo me lo dice- respondió Damen con dureza- Todo el mundo me recuerda que soy igual que ese mounstro que fue capaz de matar incluso a su propia mujer y te aseguro que este parecido no me halaga lo más mínimo.
Esas palabras cogieron de sorpresa a Víctor, sabía que la mujer de Carlo había fallecido en la misma batalla que su esposa, pero jamás había imaginado que el tuviese nada que ver, hasta donde él sabía Carlo sentía verdadera devoción por Kandra y su hijo; ese fue uno de los motivos por el cuál no se defendió cuando el consejo lo condenó a la peor condena que existía, el encierro en vida.
-Bueno ¿qué puedo hacer por ti Damen? – Preguntó Víctor- Dudo que esta visita sea de cortesía.
-Tienes razón, no he venido de visita, sino que vengo como portavoz de mi clan; acabamos de enterarnos de lo ocurrido en vuestro subclan de Australia y no es el primer subclan atacado; los nuestros de Europa central y Norteamérica han sido diezmados de la misma forma, al principio pensábamos que erais vosotros pero después de ver como también os han atacado los ancianos del consejo supremo creen que no tiene nada que ver con la guerra que libramos, sino con un enemigo común a ambos clanes
- Un momento, no estarás dando a entender que ellos siguen vivos, ¿verdad?- susurró Víctor con voz baja.
- Si – respondió de forma lúgubre- los ancianos creen que los Shakarts siguen vivos.
-¡Eso es imposible!- rugió Víctor de forma violenta, se levantó de forma brusca y cogió a Damen por el cuello- ¡Acabamos con ellos hace décadas, no pueden seguir vivos! mira niñato, si esto es una invención tuya para poder acceder a la fortaleza de mi clan te juro que te mato.
-Si no me crees, mira en mi interior y lo comprobarás por ti mismo- jadeó Damen.
Víctor posó su mirada en los ojos verdes de Damen y entró dentro de él, pudo ver la sala del consejo supremo, cómo los ancianos parecían asustados y temerosos al conocer las noticias que los emisarios de ambos clanes portaban y cómo le pedían al muchacho que fuese de inmediato en busca del otro líder del clan…
-Suficiente- dijo Damen zafándose del agarre de Víctor  Creo que ya te he demostrado que no miento, sabes que es imposible engañar con la conexión.
- Cierto,  pero sí que se puede ocultar información
- Créeme, esto me hace tan poca gracia como a ti Víctor  repuso Damen- Pero el consejo quiere que dejemos las diferencias y el odio que ambos clanes tenemos a un lado y volvamos a unirnos como lo hicimos antaño para poder derrotar a un enemigo común, sólo he venido de parte de ellos para transmitirte el mensaje y ver si estás dispuesto a firmar esa tregua.
- ¿Y por qué no han enviado al jefe de tu clan?- preguntó Víctor recelosamente- Si este asunto es tan grave deberían haber enviado a Abel, no a un crío
La mirada de Damen se ensombreció y apareció un rastro de dolor mientras respondía
- Mi tío Abel murió en el último ataque de los Shakarts a mi clan, ahora cae sobre mí el peso de dirigir a mi pueblo, soy el nuevo jefe de los Hijos del Sol.
Víctor se quedó sin palabras, no entendía cómo los ancianos habían permitido que un crío que apenas había alcanzado la madurez pudiese gobernar a un clan, o de verdad era un líder nato y poseía grandes dones o definitivamente los ancianos habían empezado a chochear; pero había visto la verdad en sus ojos y aunque tenía la sensación de que le ocultaba algo más no podía negar que había sembrado la duda en su cabeza.
-Está bien- respondió al fin- Dile a los ancianos que los Hijos de la Luna estamos dispuestos a escuchar lo que tengan que decir y las condiciones de la tregua.
-Gracias – Respondió Damen dirigiéndose hacia la puerta- Pronto tendrás noticias de ellos para formalizar el acuerdo en el templo, ha sido un placer conocerte al fin Víctor, ten un buen día.

Damen cerró las puerta del despacho dejando tras de sí a un desconcertado y desconfiado Víctor que se preguntaba qué ocultaría aquél asombroso joven que había tenido la osadía de hacer lo que nadie en veinte años había hecho, mirarle a los ojos y desafiarlo.

lunes, 22 de abril de 2013

Capitulo 2


No podía creer lo que veía, era imposible que existiese de verdad, mi sueño no le hacía justicia para nada, era aún más hermoso en persona; sus ojos eran de un color verde irreal, nunca había visto unos ojos tan hermosos ni tan misteriosos; vestía una camiseta negra ceñida que dejaba ver las líneas de su torso y unos vaqueros oscuros, su rostro reflejaba la misma sorpresa que debía de reflejar el mío pues en cuanto la luz del sol iluminó el prado donde estábamos su expresión de chulería y superioridad cambió y dio paso a la sorpresa, al reconocimiento y sobre todo a la turbación. Soltó mis muñecas y se alejó de mi, hacia la oscuridad de los arboles donde yo no pudiese ver su semblante.
Me levanté del suelo, retiré de mi cabello las hojas que se había enredado en el por culpa de la caída y lentamente me fui acercando hacia donde estaba él, al ver mi acercamiento intentó huir
-Espera, no te vayas por favor -susurré – siento haber intentado usar mi fuego contigo pero me asustaste de veras, no esperaba encontrarme a nadie en el bosque y menos a estas horas de la mañana.
El muchacho se giró hacia mí y clavó su mirada en la mía y entonces supe que estaba perdida.
Su mirada atrapó la mía al instante, en un segundo ya no sentía el bosque a mi alrededor, no había nada más para mí que ese iris verde esmeralda, esa mirada hipnótica que sentía como una intrusa mirando en mi interior, hurgando mis más ocultos pensamientos, mis recuerdos y sentimientos, iba reptando dentro de mi ser como un veneno mortal, observando cada rincón de mi alma, desnudando mis más ocultos deseos y anhelos y llegando a mi corazón destrozando en un segundo sus barreras como si fuera cristal.  Una parte de mi deseaba parar esa intrusión, me sentía expuesta y vulnerable permitiendo que un completo desconocido viese mi interior cuando no se lo permitía a nadie salvo a Geibel, pero otra parte más poderosa que la anterior me pedía que no cortase la y me hacía desear que el conociese todos mis secretos.
 Pero no solo él podía ver a través de la mirada, sin pretenderlo me vi explorando cada milímetro de su interior, pude ver su confusión al verme, su sorpresa al descubrir mi rostro y sobretodo su miedo al descubrir que yo era real, cuando se dio cuenta de que yo estaba dentro de él espiando, apartó sus ojos de los míos y se alejó aún más de mí, hacia las sombras de los árboles, yo me quedé petrificada, no podía para de jadear por lo que había sucedido; había podido ver como él también había soñado conmigo, como había tenido ese mismo sueño pero a diferencia de mi, la sorpresa de nuestro encuentro no había sido tan agradable para él y eso me hacía sentir sorprendentemente mal.
-No vuelvas a hacer eso nunca más ¿me entendiste?- Susurró entre dientes- Odio que miren a través de mi sin mi permiso y que yo sepa no te di tal permiso
- Ni yo a ti tampoco – le espeté furiosa- pero como te tomaste la libertad de hurgar dentro de mi cabeza creía que yo tenía el mismo derecho, si no querías que lo hiciese no haberlo hecho, ¿a ti no te enseñaron que hacer eso es una falta de respeto y educación o qué? Y por cierto, ¿quién demonios eres tú y qué haces aquí?
Él sonrió y se acercó hacia donde yo estaba alejándose de las sombras y pude ver en su rostro una sonrisa torcida de suficiencia que me dejó sin aliento pero que a la misma par me crispaba los nervios.
-Perdona, he sido un maleducado no presentándome – me respondió- Mi nombre es Damen, acabo de llegar esta mañana y andaba buscando la entrada al castillo, este bosque es un verdadero laberinto y me perdí, cuando te vi me acerqué para poder pedirte ayuda pero saliste huyendo en cuanto me sentiste.
- ¿Y no se te ocurrió nada mejor que placarme para pedirme ayuda?- le increpé en tono mordaz, no podía evitarlo; es cierto que me atraía muchísimo pero a la vez me ponía de los nervios su actitud de “Casanova” que tenía conmigo y más después de haber visto lo que había sentido al verme y descubrir que no le hacía mucha gracia haberme encontrado
El se quedó algo sorprendido con mi respuesta, se veía que no estaba acostumbrado a que ninguna chica le contestase de ese modo y mucho menos que no callesen rendidas a sus pies, según parecía eso era todo una novedad para él y no le gustaba lo más mínimo.
-Lo siento, pero era la única forma de que no prendieses tu fuego y te liarás a lanzarme llamaradas antes de que siquiera pudiese preguntarte, ya que no hiciste caso a mis gritos.
- Pues te doy un consejo, la próxima vez que quieras preguntarle algo a alguien procura hacer ruido cuando estés acercándote y no hacerlo tan sigilosamente porque lo más normal que te pase es lo mismo que ahora.
- Esta bien, consejo recibido – me respondió riéndose- ahora, ¿Me puedes decir cómo puedo llegar al castillo? Me gustaría poder hablar con el jefe del clan.
Su respuesta consiguió que dejara a un lado mi enojo y me interesase más en él, me sorprendía que un forastero quisiera hablar con mi padre; no solía recibir visitas de nadie salvo de los jefes de los subclanes que había repartidos por todo el mundo cuando necesitaban comunicarle un asunto muy urgente y la verdad es que Damen no tenía mucha pinta de ser uno de ellos, no dudaba que poseía don de mando y prepotencia para dar y regalar como ellos; pero era demasiado joven para que papá fuese aceptado darle una responsabilidad tan alta.
-¿Y se puede saber el motivo por el cuál quieres hablar con Víctor?- Pregunté curiosa
Él me dedicó una sonrisa de suficiencia y respondió – Pues no, no se puede saber, eso es un tema que he de tratar con el personalmente o con alguno de los superiores no con una niña curiosa como tú
-Mira chaval, no tienes ni idea de a quién te estás dirigiendo, si lo supieras no me tendrías esos modos.
El comenzó a reírse a carcajada limpia y eso terminó por colmar mi paciencia, me di media vuelta y puse rumbo hacia el castillo, no podía creer cómo había podido fijarme en semejante cretino con aires de Casanova del tres al cuarto; odiaba a ese tipo de personas que se creían superiores a los demás y sobre todo a las que eran tan prepotentes y chulas, por desgracia muchos de los muchachos de mi clan eran así y era por eso por lo que no congeniaba bien con casi ninguno, no soportaba sus aires de superioridad y de creerse mejor que el resto del mundo por el simple hecho de ser Hijos de la Luna. Seguí avanzando rumbo al castillo, se estaba haciendo tarde y de seguro Geibel estaría de los nervios si había llegado a mi habitación y había descubierto mi fuga. De repente sentí como una mano agarraba mi muñeca y tiraba de mí hacia atrás.
Caí sobre su pecho y quedamos mirándonos el uno al otro, sentí como mi rostro se ponía rojo y sobretodo como el contacto con su piel hacía que todas mis terminaciones nerviosas se despertasen y cobrasen vida de una forma bastante embarazosa.
El me soltó y me dijo de forma avergonzada- lo siento, no pretendí reírme de ti pero el tema que debo tratar con Víctor es sumamente delicado y he de hacerlo con él personalmente.
Me quedé sorprendida, toda su prepotencia había desaparecido dejando al descubierto a un Damen muy distinto, cortés y correcto, incluso algo humilde al tragarse su orgullo y pedirme perdón.
-Está bien – respondí- acompáñame hasta el castillo, allí te acompañará algunos de los guardias hasta su despacho.
Comencé a andar de nuevo, el iba detrás mía en silencio, no entendía que me había pasado cuando me tocó, por Selene, es un prepotente ¿cómo puede ser que con el simple tacto de sus manos sobre mi muñeca haya conseguido que mis hormonas se descontrolasen tanto? No entendía mi reacción, evite mirarlo durante todo lo que duró el trayecto pero ni decir que fracasé, no podía evitar mirarlo furtivamente de vez en cuando y podía ver como estaba sumido en sus propios sentimientos y estaba tan turbado como yo o incluso más.
Cuando llegamos a la puerta del castillo le indiqué a uno de los guardias que le guiase al despacho de papá y me dirigí a mi habitación sin despedirse siquiera
- Muchas gracias, Bianca- gritó a mis espaldas

Me paré en seco y me giré bruscamente hacia él, me dedicó una sonrisa y se dio la vuelta tras el guardia. No le había dicho mi nombre en ningún momento  entonces,  ¿Cómo lo supo?

jueves, 4 de abril de 2013

Capitulo 1


Me desperté agitada, otra vez el mismo sueño, llevaba soñando lo mismo desde hacía meses, soñando con aquel muchacho de ojos verdes esmeralda, cabello plateado, piel pálida y cuerpo escultural, pero lo que más me llamaba la atención de él no era su espectacular físico, sino el brillo que desprendía su mirada; era magnético y atrayente; estaban llenos de vida y también de un misterio que me atrapaban en ellos, me hipnotizaban de tal manera que no podía apartar la mirada de ellos, y la marca que llevaba en su espalda,  una triqueta idéntica a la que yo también tenía. Ningún Hijo de la Luna tenía una marca igual a la mía, ella era la culpable de que yo fuera “especial” y el verla en la espalda de aquel muchacho, me turbaba e inquietaba de una manera sorprendente y me hacía pensar si en verdad existiría la posibilidad de que yo no fuese la única con ese destino que los ancianos del clan decían que debía seguir.
Me levanté de mi cama y miré el despertador, eran las 6 de la mañana, todavía era temprano para bajar al comedor a desayunar , me dirigí hacia la ventana y miré a través de ella, el cielo estaba de color anaranjado, la luz de los primeros rayos de sol se filtraban a través de las ramas del bosque, iluminando las gotas de lluvia que la tormenta de la noche anterior habían dejado en las hojas, era una vista realmente hermosa, siempre solía ser bonita, pero ese día era especial, los rayos de sol desprendía un matiz especial casi mágico y eso despertó en mi el deseo de salir a pasear por el bosque del castillo.
Me dirigí al baño, me desnudé y me metí dentro de la ducha, abrí el grifo y dejé que el agua caliente recorriera mi cuerpo mientras cerraba los ojos e intentaba relajarme. Cuando empecé a sentir que la tensión que el sueño había dejado en mis músculos empezaba a desaparecer, abrí los ojos y salí de la ducha, envolví mi cuerpo con la toalla y me dirigí de nuevo hacia mi habitación para vestirme. Me puse unos vaqueros y una camiseta de manga corta básica, siempre me gustaba vestir de forma sencilla, a mi estilo, no me gustaba destacar más de lo necesario, es más lo odiaba; siempre había sido el centro de atención sin yo en verdad desearlo, por eso mi sueño era poder pasar desapercibida, ser como los demás chicos de mi clan, poder salir y entrar a mi antojo, sin tener que soportar siempre la vigilancia a la que me sometían.
Me miré al espejo y esté me devolvió el reflejo de una chica de 20 años, de estatura media, complexión delgada, cabello largo y negro como el ébano, ojos de un azul tan intenso como el zafiro, piel blanca como el marfil y labios finos y pequeños;  lancé un pequeño suspiro y comencé a recogerme el cabello en una cola alta, dejando unos cuantos mechones sueltos; nunca me había gustado mi aspecto, me hacia destacar demasiado, mi piel pálida chocaba con el contraste de pieles morenas que predominaban en todos los miembros del clan, una gran contrariedad teniendo en cuenta que somos Hijos de la Luna, de la diosa pálida; lo único de lo que estaba orgullosa de poseer eran mis ojos, mi padre siempre me decían que eran idénticos a los de mi madre, que poseían su mismo brillo y fortaleza y eso hacía que me sintiera más cerca de ella, ya que ella murió cuando apenas tenía unos meses de vida.
Aparté la mirada del espejo, prefería no pensar en eso, cada vez que recordaba a mi madre me entristecía y mi odio hacia los Hijos del Sol afloraba de nuevo, ellos fueron la que me la arrebataron, ellos la mataron cuando intentaba defender a mi clan y defenderme a mí; ellos me la arrebataron de mi lado, por su culpa tuve que crecer sin su cariño mientras veía como los demás niños tenían el cariño de sus madres; es cierto que tenía a mi padre y que él me quería con locura, pero no era lo mismo; papá casi siempre estaba reunido o viajando y apenas tenía tiempo para mí, esa era la gran desventaja de que fuera el jefe del clan.
Mientras pensaba en todo eso, me puse la cazadora y salí de mi habitación rumbo hacia el bosque. El castillo estaba desierto, el silencio reinaba en sus pasillos de piedra desnuda; todavía estaban todos durmiendo, así que salí despacio intentando no hacer ruido, papá no quería que saliera nunca sin vigilancia y me tenía totalmente prohibido adentrarme en el bosque, decía que era demasiado peligroso para mí.
Salí del castillo y me dirigí hacia el interior del bosque, adoraba pasear por él; me transmitía una paz y tranquilidad que sólo podía encontrar en él, anduve hacia su corazón y llegué a un prado inmenso, lleno de flores silvestres. Lo había descubierto hacía unos meses, en una de mis excursiones matinales furtivas y desde que lo había encontrado era mi lugar predilecto.
Me tumbé en la hierba, cerré los ojos y me sumergí en mis pensamientos, volví a recordar el sueño de aquella noche y de tantas otras desde que cumplí los 20 años; siempre era el mismo, era de noche y la luna llena brillaba en el cielo, era luna de sangre y su matiz rojo hacía que me sintiese poderosa, mi fuego prendía de mis manos con más fuerza de la habitual y con un extraño color verdoso que daba a mi piel un extraño brillo, me sentía hermosa y segura de mi misma como nunca antes, de repente una mano cálida me acarició la mejilla y fue descendiendo por mi cuello hacia mi pecho para terminar en mi cintura, su tacto era cálido y electrizante, despertaba en mi piel el más puro deseo y anhelo, sabía a quién pertenecía esas manos, sonreí y me volví, ahí estaba él, sus ojos desprendían el mismo deseo y anhelo que yo sentía, su sonrisa era capaz de atraparme y volverme loca, sus dulces labios despertaban la lujuria dormida en mí, el sonrió y acercó su boca a mi cuello y a mi oído susurrando unas palabras que no entendía pues mi cabeza sólo pensaba en besar sus labios, sentía que el tenia el mismo deseo y busqué sus labios con ansia animal y los besé pero en el momento que mi boca tocaban sus labios siempre despertaba; eso me turbaba e inquietaba; quería saber quién era él, por qué me hacía sentir así, suspiré e intenté relajarme  pero de repente escuché crujir las ramas y sentí como si alguien me observara. Me levanté rápidamente y empecé a correr hacia el castillo, sentía a mi espalda como alguien me perseguía, cada vez lo tenía más cerca; intenté correr más rápido, pero era inútil, fuera quién fuera era bastante más rápido que yo. Empecé a concentrarme para lanzarle una llamarada de mi fuego, pero antes incluso de que mis manos prendiesen, mi atacante se abalanzó contra mí y me tumbó en el suelo.
-¡Suéltame!-grité mientras intentaba zafarme de su agarre y prender mis manos- ¡Te lo advierto, suéltame o te arrepentirás!
- Si te tranquilizas te soltaré, pero primero cálmate y deja de gritar o tendré que taparte la boca- me respondió mi atacante- y te recomiendo que no intentes prender tu fuego.

-¡Me tranquilizaré cuando a mí me dé la gana!- dije con furia, entonces un rayo de luz solar se filtró entre las ramas de los árboles, permitiéndome poder ver su rostro. En cuanto lo vi me quedé petrificada y dejé de gritar, sus ojos eran de un poderoso color esmeralda, brillantes, intensos y atrayentes; eran sus ojos, los ojos del muchacho que aparecía desde hacía meses en mi sueños, aquél que era capaz de hacerme enloquecer con el simple tacto de sus manos, cuyos labios deseaba besar noche tras noche, el que llevaba casi 10 meses anhelando en secreto que llegase a mi vida.

Prefacio


Nunca me había detenido a pensar cómo iba a morir, aunque en toda mi vida la muerte siempre había estado presente, jamás me detuve un instante a pensar en cómo podría ser, pero de haberlo hecho jamás fuera imaginado que sería de esta forma.
Siempre supe que era especial, que no era una chica como el resto,  que mi nacimiento fue el principio de algo importante; mi clan siempre me lo recordaba, que yo era la elegida, la hija de la luna nacida en Luna de Sangre y estaba destinada para cumplir la profecía. Pero se equivocaron en eso, ahora lo sabía.
No había nacido para salvar a mi clan y llevarlo a la victoria en esta guerra santa, había nacido para detenerla y mi destino no era salvarlos a ellos, sino para salvarlo a él; mi enemigo más mortal, al que me enseñaron a odiar desde la infancia y al que me une algo más poderoso que el odio y rencor milenario: el amor.

Miré a mi asesino a los ojos y él me lanzó una sonrisa de triunfo y se dirigió a mi lentamente, yo le sonreí, supongo que morir por la persona que amas, sacrificar tu vida a cambio de la suya es una buena forma de morir, cerré los ojos y empecé a recordar el principio de todo mientras esperaba que mi asesino asestara el golpe final y acabara conmigo.