Nunca me había detenido a pensar cómo iba a morir, aunque en
toda mi vida la muerte siempre había estado presente, jamás me detuve un
instante a pensar en cómo podría ser, pero de haberlo hecho jamás fuera
imaginado que sería de esta forma.
Siempre supe que era especial, que no era una chica como el
resto, que mi nacimiento fue el
principio de algo importante; mi clan siempre me lo recordaba, que yo era la
elegida, la hija de la luna nacida en Luna de Sangre y estaba destinada para
cumplir la profecía. Pero se equivocaron en eso, ahora lo sabía.
No había nacido para salvar a mi clan y llevarlo a la
victoria en esta guerra santa, había nacido para detenerla y mi destino no era
salvarlos a ellos, sino para salvarlo a él; mi enemigo más mortal, al que me
enseñaron a odiar desde la infancia y al que me une algo más poderoso que el
odio y rencor milenario: el amor.
Miré a mi asesino a los ojos y él me lanzó una sonrisa de
triunfo y se dirigió a mi lentamente, yo le sonreí, supongo que morir por la
persona que amas, sacrificar tu vida a cambio de la suya es una buena forma de
morir, cerré los ojos y empecé a recordar el principio de todo mientras
esperaba que mi asesino asestara el golpe final y acabara conmigo.
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